Trabajos de Capello .. II

EL Precio de la Moneda

Una bandera, un escudo, un país
una sociedad hecha de escombros,
una población llena de infiltrados,
una calle más que queda sin luz,
una casa que vuelve a las ceniza,
una persona que muere dentro de su propia confusión.
Y recuerdo lo que no viví,
lo que se supone que hace que destruyan mi patria,
mi ciudad, donde nací y crecí,
soy nieta del rumor y el desengaño,
y sin tomar lugar dentro de esta pelea,
me siento insegura, sin poder detener a los que no avanzan,
y creo que esa es la razón por la que mi país llora,
porque no olvida,
porque se mantiene aferrado a algo que hace años ya terminó,
y vivir de excusas es más fácil que admitir la verdad,
y vivir de peores recuerdos es más fácil que trabajar por unos nuevos,
porque mantener a los ingenuos felices no cuesta tanto,
y que controlen a los ignorantes no es problema,
para los que tiran la piedra y esconden la mano.

Una bandera, un escudo, una Moneda.

TRABAJOS PARA CAPELLO ...

Pienso luego existo
“Y dicen que no tengo el control” pensaba la mujer mientras se dirigía al baño. Pilar Pérez rodeaba los 50 años, era alta, esbelta y si la mirabas durante un largo rato, casi no notabas las líneas de expresión que se le formaban cerca de sus enigmáticos ojos cafés, esos ojos que escondían más que pudor y vergüenza.
Mientras caminaba al baño recordó donde guardaba las pastillas que alguna vez compró cuando no pudo dormir. Se engañó a si misma y se dirigió a su velador, tranquila como siempre, abrió el cajón y miró un par de fotos de cuando estaba casada, sonrió por un segundo, y las dejó sobre la cama. De la manera más elegante planeó su siguiente movimiento. Tomó el frasco lleno de pastillas y lo abrió suavemente como si se tratase de algo frágil, de algo vivo, miró el contenido y comenzó a recitar. “una por mi padre, el único que me quiso de verdad”, y tragó una pastilla. Contempló a ver si hacía efecto pero no pasó nada. “una por Francisco” e ingirió otra pastilla de manera rápida, esperando por cualquier señal, pero fue en vano. En su desesperación tomó varias pastillas y gritó “una por ti, inocente. Mejor, todas por ti Diego. Te maté, te maté y ahora me acechas” la locura cegaba su mirada y cada suspiro era una nueva pastilla.
Cayó al suelo, e intentó pensar por última vez, y recitó “si este es mi último pensamiento, me declaro a mi misma inocente de todos los cargos”.